Patrimonio, transformación cultural y reconocimiento de nuestra identidad.

Por: Stephania Mendoza Pinedo.

Convento menores de los hermanos menores Capuchinos. Foto: cortesia Ruben Magdaniel.

¿Qué es patrimonio?

Por medio de una definición general se podría decir que es el conjunto de costumbres, valores y bienes inmuebles que hacen parte de un lugar. Son asignados por la comunidad en un momento de la historia y, por tanto, poseen un valor afectivo, cultural y económico particular.

Así pues, la transformación del significado y por supuesto, de su desarrollo y conservación están determinados por la identidad e interés que posean las personas en ello. ¿Así las cosas, que hace que las personas se desarraiguen de un lugar? Probablemente la transformación simbólica del sitio, la decadencia o la mejora de la infraestructura podría tener incidencia en la filiación a una identidad del lugar, y del nosotros. He allí la importancia de preservar la cultura y adquirir conciencia para cuidar lo que nos pertenece. ¿Qué significa para el lector el convento de los hermanos menores Capuchinos o el centro de la ciudad de Riohacha?

Desarrollo y transformación de los lugares, medidas que resaltan la tradición.

Cartagena o La Heroica, una de las ciudades más emblemáticas de Colombia, no solo por su resistencia durante el asedio de Morillo en la reconquista española, sino por la construcción de la memoria colectiva y de tejido social que impera en el centro histórico de la ciudad. Un ejemplo de ello es la transformación del Parque lineal Puerto de Chambacú, conocido anteriormente como la zona de Puerto Duro distinguido por ser un botadero de basura, un punto de venta ambulante y un foco de la inseguridad y malos olores.

La renovación comprendió obras de orden arquitectónico y urbanístico como la construcción de una zona verde, el pedestal escalonado de la India Catalina que sirve como auditorio y gradería. Así como planes sociales y culturales para la comunidad y los residentes de la zona por medio de talleres que contemplan la música, el teatro y la cuentería. Otro ejemplo es el Parque del Centenario que, por medio de la adecuación de muros y esculturas se pudo instaurar dinámicas de diálogo y la consolidación de estrategias culturales entre los distintos sectores dando como resultado la realización de la Feria Institucional y Cultural del Libro.

Por supuesto, ninguno de estos cambios hubiese sido posible sin dos iniciativas predominantes en la construcción de tejido social y transformación urbana. Primero, la activa participación de los distintos sectores sociales que confluyen la zona, es decir, comerciantes, estudiantes, residentes o transeúntes que conocen las necesidades del lugar y pretenden resaltar y mejorar el atractivo turístico e histórico del sector. Segundo, la voluntad política o gestión administrativa local para llevar a cabo una mejora en la transformación urbanística y porque no, la mejora en la dinámica económica del sitio. Dinámicas que, a propósito, ya se han visto en la ciudad de Riohacha.

Parroquia de la Divina Pastora. Foto: Stephania Mendoza Pinedo.

Vanguardia de la tradición, apropiación de la identidad cultural.

En la década de 1830 y procedente de Curazao llegó Nicolás Daníes Palm, comerciante que llegaría a ser uno de los hombres más acaudalados de la región y principal prestamista de Riohacha; fue un hombre visionario que proyectó la construcción del ferrocarril entre Riohacha y Valledupar en el año de 1846. Fue en el año de 1872 cuando Daníes le dona al padre Rafael Celedón la primera propiedad que adquirió al llegar a la ciudad. Mucho tiempo después, los hermanos Menores Capuchinos construyeron su convento, luego, en el año de 1991 se reconoció la Parroquia Divina Pastora y se encomendó a su cuidado y conservación.

En la actualidad, el convento de los hermanos Menores Capuchinos queda al frente del reconocido Parque de los Cañones de Riohacha, lugar transformado tanto arquitectónica como simbólicamente puesto que allí estaba el extinto Castillo de San Jorge. De tal vestigio solo quedan las esculturas de los cañones, huella de las cruentas guerras y saqueos que vivió la ciudad en la época del pirata Francis Drake, la violenta evangelización capuchina o los asaltos e insurrecciones indígenas.

Con esa misma transformación tanto urbana como simbólica en el ideario de los transeúntes, comerciantes y residentes del sector se renovó el callejón de los capuchinos. Lugar que en el pasado fue afectado por la falta de cultura ciudadana que generó problemas sanitarios y de seguridad local. Ahora se desarrolla el Festival de la Perla durante el mes de abril, tiene la presencia de pabellones y diversos emprendimientos gastronómicos, música y muestras artísticas que generan empleo y embellecen este corredor del distrito turístico y cultural de La Guajira.

Lastimosamente, la apropiación y valor simbólico del Callejón no ha sido suficiente para restaurar el convento de los Hermanos Menores Capuchinos.

Los habitantes de Riohacha podrían resaltar la identidad cultural del distrito y de La Guajira si se restauran los bienes inmuebles e históricos de la ciudad. Esto, aunado a la identidad y construcción de tejido social por medio de la coordinación, ejecución de planes sociales y culturales que resalten nuestra tradición, nuestro patrimonio, restauren nuestra ciudad, además de que promuevan la economía urbana a partir de la revitalización de nuestra historia y nuestra herencia arquitectónica.

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